
De amplificadores y ecualizadores
Llegó a la primera sesión con evidente escepticismo. Convencido de que una vez más le iban a sermonear. Pero ¡sorpresa! No había mejores ni peores. El grupo de participantes funcionaba como un amplificador.
Llegó a la primera sesión con evidente escepticismo. Convencido de que una vez más le iban a sermonear. Pero ¡sorpresa! No había mejores ni peores. El grupo de participantes funcionaba como un amplificador.
Sólo tuve que decir una vez que a quien le habían diagnosticado una diabetes era a mi, que para llevarlo mejor necesitaba gente fuerte en casa y que lo demás ya llegaría, poco a poco, que el jarro de agua helada había sido de los grandes. Y desde ese momento todo fueron aliados.
En realidad ni siquiera creo que existan los ángeles, al menos tal y como nos los han pintado: niños desnudos con alas y pelito rizado o señoritas de largos cabellos, también aladas y con largas túnicas. Pero tuve una experiencia que me hizo dudar.
Es en exceso habitual que busquemos al culpable fuera de nosotros mismos. Parece que para sobrevivir necesitamos convencernos de que la culpa no es nuestra, de que nos es ajena. Os suena?
Mi madre tiene diabetes. Ella nunca ha sabido de qué tipo y ahora ni le importa ni podría decírmelo. No se acuerda y tampoco recuerda cuándo empezó su particular calvario, básicamente porque sufre una demencia.
Si se te olvida lo más sencillo, la llave, cómo vas a conseguir llevar el coche allí donde quieres? Coloca bien los retrovisores, sin olvidar que también existe el de la derecha.